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jueves, marzo 22, 2012

Lana del Rey


La cronología de Lana del Rey va de la siguiente manera: en julio del año pasado no era nadie, pero en agosto comenzó a asomar la patita en internet con una canción, 'Video games', que poco a poco se convirtió en fenómeno viral alimentado por su explosiva imagen, abundante en ombligo y camisa anudada, canalillo, crucifijo y unos labios de silicona como los que se ponen las actrices porno cuando les empieza a colgar todo.

En octubre, Lana –que en realidad se llama Lizzy Grant, criada en las afueras de Nueva York, educada en un internado de adolescente, fugada como una heroína de la 'nouvelle vague' al cumplir los 18 para irse a la gran urbe y triunfar– era la artista de moda en los círculos 'hipsters', editó un single que le sirvió para fichar por la 'major' Universal, y en diciembre, con el anuncio de su primer álbum –'Born to die', a la venta este lunes–, apuntaba a ser la revelación del pop para 2012. Kate Moss era fan; David Cameron, el primer ministro británico, era fan también. Lana del Rey tenía muchos fans, que esperaban con tensión la llegada de una dosis generosa de su música.

El disco, tras una cruenta batalla entre los 'webmasters' de Universal y los 'uploaders' y demás bucaneros de la red –unos subiendo, otros borrando–, finalmente se filtró el miércoles y ya se ha podido escuchar lo que durante semanas había sido un misterio más incierto todavía que la sentencia de Camps. Ahora, en la cronología de Lana Del Rey, su estatus está en un punto intermedio, entre ese amor/odio que le ha venido acompañando desde su primera llamada de atención en la red: algunos fans han respirado aliviados, otros sienten una leve decepción, los más crueles le tachan de 'bluff', afilando la punta del 'backlash' –que es cuando la gente reacciona ante el entusiasmo de los otros con una oleada de odio bien coordinada en redes sociales–, despojada de su condición de artista imprescindible, aunque siga siendo icono moderno. Dicho en otras palabras: se prometía mucho pero no ha convencido de manera unánime. Un rédito, quizá, insuficiente para tanta expectación
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